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La Fortuna del Bronce

  • Writer: Monserrat Sánchez
    Monserrat Sánchez
  • Nov 4
  • 3 min read

Updated: Nov 5


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Muchos momentos históricos así como héroes a galope, diosas y personajes ilustres - y otros la verdad no tanto- están inmortalizados en bronce. El del bronce es un oficio antiquísimo, un evento tan relevante, que le dio nombre a una era de la humanidad. Se consideraba que quienes practicaban el oficio, habían sido bendecidos con un don divino. El bronce es un invento de la humanidad surgido simultáneamente en diferentes regiones de Asia Central, África y el Mediterráneo; también en América se desarrolló la técnica, aunque más tarde y con menos fervor. Su invención ocurrió más por un fortuito accidente que por una búsqueda consciente, pero fue mejorado eso sí, gracias a la observación y el ingenio humano. Es lo que en términos místicos podría entenderse como un regalo de los dioses.


Al principio estaban la piedra y la arcilla, que bajo la alquimia del fuego, habían mostrado el camino para crear vasijas, adornos para el cuerpo y esculturas. Luego, apareció la fundición del cobre, un metal que se encuentra de manera natural en las rocas. Y aquí es donde entra la fortuna, esa diosa que dicen debe encontrarnos trabajando o al menos curioseando para favorecernos con la suerte. Pues en algún momento, el cobre se mezcló con otro metal natural y dio origen al bronce.


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El bronce es una mezcla de cobre y estaño -otro metal natural -, que se  funde a temperaturas no muy elevadas; a poco más de mil grados, podemos observar un líquido incandescente que suelta destellos verdes. Es un metal muy maleable que no se corroe ni se oxida; es ligero, aunque su peso en la historia es tan relevante, que propició la Edad de Bronce, un periodo de gran avance civilizatorio, donde ciudades como Ur, Babilonia, Asiria o Troya, desarrollaron entre ellas una vasta red comercial, donde el bronce fue uno de sus principales productos de intercambio. Quienes ejercían el oficio no eran ciudadanos de ordinario, pertenecían a la élite, artesanos del tiempo que inmortalizaron rostros, moldearon dioses, crearon joyas, monedas, utensilios ceremoniales y armas para la guerra.


Platicamos con Matías Sánchez, fundidor y escultor, quien con la sencillez del que domina el arte, nos cuenta el proceso de fundición a la cera perdida. Empieza con el modelado de la escultura en arcilla o yeso; de esa pieza, se crea un molde que recibe baños de cera hasta obtener una copia de la original. La cantidad de capas de cera determinará el grosor de la escultura en bronce. Una vez que la pieza de cera ha sido tallada en todos sus detalles, se recubre con un material refractario a la espera del río de bronce que derretirá la cera para ocupar su lugar. Pasado el tiempo de fraguado, se procede a martillar la cubierta refractaria para descubrir la escultura de bronce, luego se limpia, se cincela y se le aplica su pátina.

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Dentro de los oficios de la escultura, la fundición es la más compleja porque implica muchos conocimientos. Los olores, la consistencia de los materiales, la lógica para colocar los respiraderos por donde se perderá la cera, la fuerza para el vertido… El trabajo es laborioso aunque Matias lo haga sonar simple.  A él,  el oficio le viene de cuna, su padre José Santos Sanchez Martínez fue considerado el mejor fundidor de Latinoamérica y en el 68 fundó el taller en el que su hijo sigue ejerciendo la profesión. Dice que ante la vacuidad de lo digital, hacemos cosas que le den sentido a la existencia. En la escultura él ha encontrado esa vitalidad. Ya sea en piedra, madera o bronce, cada obra es un nuevo reto, un ejercicio de contemplación hasta sentir el llamado de los materiales que le hace verlos en otra dimensión. 


La maestría comienza con la escucha, la obediencia y la paciencia que implica el aprendizaje. A él le tomó 13 años dominar la técnica que sigue perfeccionando. Esto viene al caso porque hablamos sobre el futuro de la fundición hoy, que existen impresoras de bronce en 3D y cuya inmediatez emociona a algunos porque les “ahorra” el trabajo, sin ser conscientes de que en realidad les limita la experiencia de la creación, porque lo que las máquinas entregan son objetos sin alma. Lo enriquecedor está en la experiencia sensorial, en la reflexión sobre los procesos. El verdadero aprendizaje viene de no rehuirle al esfuerzo.


Desde que se descubrió el bronce, la forma de hacer esculturas con él apenas ha cambiado. De padre a hijo, de maestro a alumno, por incontables generaciones, se funde hoy como se fundía hace 5 mil años. La fundición es un arte tan antiguo, tan místico, que aunque las cosas cambien y las realidades se tornen virtuales, siempre volveremos al origen de las cosas en busca de su esencia. 

 

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