
HUMEDAL
Texto: Emma Monroy
Fotografía: Leonardo Palafox
El encuentro en Pátzcuaro nos dejó varias instrucciones, unas para la vida y otras para construir una tina-humedal. Este es el recuento de las segundas. •El lugar En medio del jardín, sobre una maceta de barro y custodiado por una cerca de espadas. •La tina Rescatada del cuarto de los enseres abandonados; sus 100 litros de capacidad resultan idóneos para la fase 1 del humedal. •El agua La que nos trajo Gabo y un poco de la que tomamos de otro estanque. La característica de esta agua, es que ya viene filtrada por las plantas, pero se puede usar agua recolectada de la lluvia o potable si se deja reposar durante 24 horas para que pierda el cloro. •Las plantas Las que nos dejó Gabo. Berro, que nos dice, se puede comer en quesadillas o crudas. Tripa de gato Alga filamentosa, que oxigena y protege de la radiación solar. Lenteja de agua En general, las plantas que acompañan al ecosistema ayudan a filtrar y oxigenar el agua, es decir, mantenerla limpia. También se convierten en refugio de otros animales que a su vez, se convierten en el alimento del ajolote. Este proceso toma tiempo; primero las plantas deben asentarse en la superficie que será su soporte, cuando se sientan enraizadas, se irá formando el sustrato que contendrá la isla vegetal. •El refugio Dos tabiques y una loza de barro. En su interior, el ajolote encuentra resguardo de las lluvias o la mirada impertinente. Sobre él, las plantas encuentran su anclaje al ecosistema. El pez que sobresale, puro adorno. •El alimento Pulga de agua que nos regala Gabo. Larvas de mosco que con las lluvias proliferan en la pileta. Lombrices y cochinillas que buscamos debajo de las macetas. •El ajolote Es curioso y voraz. Hipnótico. Una alegría matutina; y su ecosistema, el templo vivo para un dios que nos enseña a relacionarnos con el agua.
















