por Monserrat Sánchez
La muerte nos hace ver todo con nuevos ojos.
Dice la escritora Irene Vallejo que el duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmo arquitectónico. La expresión cala hondo en este número, porque son precisamente la muerte y la arquitectura, las que nos guían para redescubrir este Pueblo Mágico.
En México, el Día de Muertos tiene una doble celebración, por un lado está la colectiva, que a fuerza de tradición ha hecho de esta fiesta una de identidad nacional y Patrimonio de la Humanidad y otra que es más íntima, que ocurre en los altares de nuestras casas, donde la ofrenda es personal.
En el misterio que es la muerte, resulta curioso reconocer como muchos de los rituales mortuorios en diferentes latitudes del mundo, tienen por costumbre alimentar a los muertos. Alimentar es mantener vivo. Y con esa intención es que publicamos esta guía; la primera que no llevará la firma ni el trazo de uno de sus miembros fundadores; el arquitecto Jesús Palafox. La primera también, dedicada por completo a Pátzcuaro, un lugar que ahora se siente más entrañable, tanto porque aquí vive parte de su legado arquitectónico, como porque esta edición, fue de alguna forma, la ceremonia que ayudó a sostener el duelo.
Este recorrido, literal y literario por Pátzcuaro, es nuestro ritual de despedida, nuestra ofrenda a la memoria del amigo, padre y abuelo, que durante 10 años ilustró con sus dibujos esta Guía Zanka.
“Extrañaremos tu talento con el lápiz y aún se nos anuda un poco la garganta al recordarte, pero nacimos en México, y aquí celebramos a nuestros muertos. En el altar te esperan tus dibujos, tu pan de nata y esta guía, que nos renovó la mirada y reafirmó las convicciones para seguir editándola. Esta va para ti con todo el cariño”
Hoy Pátzcuaro es más bonito, y los lugares que aquí aparecen darán cuenta de ello.
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