Hospedarse aquí es sentirse como invitado de la casa. Esta casona de los años 40, hoy convertida en hotel boutique de 8 habitaciones, nos regala en su visita un pedacito de su historia familiar.
En la entrañable pausa que significa esa mirada al pasado, una de sus salas conserva los muebles y orden de la casa original; uno puede reconocer la sala de la tía o la abuela y transportarse a los tiempos de infancia y juventud.
Sus columnas de madera tallada y el jardín silvestre en el que crecen a sus anchas, palmas, papiros y helechos, emiten una tranquilidad que se antoja para empezar el día. Y gracias a su servicio Bed&Breakfast, no te quedarás con las ganas de disfrutar su sazón casero.
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